En una tarde de martes, un desorientado Defensa y Justicia cayó por tres a cero contra su par de Unión de Santa Fé en condición de visitante.
Qué decir del partido. Se salía a jugar el mismo con mucha ilusión, puesto que se podía quedar en la punta de la tabla, de este torneo tan extraño. Ahora a pelear por quedar en los primeros ocho. Ahora a hacer leña del árbol caído, este árbol gigante que es este Defensa hoy extremadamente dolido.
Se empezó mal, con pifies, con pelotas que doblaban, con los jugadores que aparecían y corrían para todas partes, como si se estuviera jugando no en la altura misma sino en otra dimensión. Una dimensión desconocida en la que el equipo local se hizo fuerte. Y entonces Unión se fue arriba en el marcador al entretiempo. Y no hubo reacción, ya que ni bien arrancó hubo un gol en contra que descolocó a todos. Y Unión, que estaba lejísimos, nos pasó. Y nosotros, que estábamos tan cerca, quedamos terceros.
Unión llegó tres veces, hizo tres goles.
No hay mucho que decir en un partido como este. De un tiempo a esta parte, cualquiera le gana a cualquiera. Me pasa muchas veces que no entiendo nada, absolutamente nada lo que está pasando en este torneo. Y miro los partidos como si fueran de otra liga, como algo que se alejan.
Me hizo acordar una tarde, al papá de Oscarcito Mendoza. En un recordado partido contra Unión, creo, allá a lo lejos y hace tiempo (Unión siempre verdugo nuestro, en el 2019, si lo recordaremos) esta vez era en la B Nacional, y el equipo estaba jugándose el ascenso, es más, en el entretiempo estaba en teoría ascendido, esperando el resultado de Olimpo y Rafaela. El padre de Oscar tenía puestos unos auriculares. Y nosotros estábamos atentos a sus gestos, a sus reacciones. En una lo zamarreamos y le preguntamos cómo iban esos partidos, cómo iba Olimpo, cómo iba Rafaela. Entonces el hombre se sacó sus auriculares y no entendía nada lo que le decíamos. Estaba escuchando música.