En un domingo olvidable, Defensa y Justicia perdió por 4 a 0 contra Boca Juniors en la Bombonera.
Partido malo, feo, del lado nuestro, brillante, perfecto, del lado de Boca, que se consagró momentáneamente como el nuevo puntero del campeonato. ¿Merecido? Mere, Merentiel, gracias querido uruguayo por pedirnos perdón, no hacía falta. Estábamos liquidados. No hubo épica. No alcanzó con los cambios. Ni con la estrategia. Boca dominó de punta a punta.
Hay un libro que Pepe Guardiola les hacía leer a sus jugadores antes de arrancar la temporada, un libro del hermano del cineasta Fernando Trueba, David Trueba.
Por la mañana me lo había cruzado al Bebe, un vecino simpático con el que siempre me relacioné por Defensa. Su hermano José Luis había conseguido entradas para el partido. Entonces hay visitantes, le pregunté, ansioso, desorientado, en cualquier lado, pensando en cualquier cosa, quizás podría ser la primera vez que conoceríamos la cancha de Boca. Quizás habían vuelto los visitantes. No, no, es del lado de Boca, me contestó el Bebe. Al otro día me lo crucé al narigón Matías y también me dijo que había ido. Ahora resulta que fue todo el barrio. ¿A cuántos habrán comprado las entradas? ¿O se las habrán regalado? ¿Quién?
Pasó el mediodía, llegó la hora de la siesta, obvié el aburridísimo clásico de Avellaneda y me fui a lo de mi papá a ver el partido. Había comprado una picadita, unas bebidas. En frente habían puesto la bandera del barrio.
Creo que estaré encerrado una semana adentro de casa, o saldré a la calle mañana con la camiseta puesta. Y me dolerán todos los huesos.