En una jugada que debieron anular, Riestra empató el partido a Defensa con el tiro del final: 1 a 1.
La cosa había arrancado bien, con un Defensa movedizo, interactuando en todas sus líneas, hasta que a principios del segundo tiempo llegó el resultado: en los pies de nuestro universitario Cannavo.
Después, lógico, Riestra empezó a empujar, y al final del partido encontró el gol. No debieron cobrarlo. Pero bueno, tal vez fue lo más justo. Si de injusticias nos hablaran.
Juro que casi me pierdo el partido. Al límite, como en esa novela de Thomas Pynchon. Los tiempos que corren, la falta de costumbre, lo que se pierde cuando se juega de visitante. ¿Nos relajamos? ¿Nos agrandamos? ¿Copamos? ¿Hace cuánto ya no hay hinchada visitante? El superyó que ya no se libera. Algo perdimos. Todavía muy verano. Pensaba que era lunes. No sé qué estaba haciendo, que justo me habló mi papá para recordármelo. Ver un partido con él es muy divertido. Antes, cuando era chico, me llevaba a la cancha. Después, un día me dijo: «Ahora andá solo». Llevé a mi hermano, a mis primos. Ahora, de visitante, nos acostumbramos a mirarlo por televisión.
Precisamente por Disney, la cadena ESPN, cosa que jamás pensamos. Tiene su ritual: maníes, papitas, una gaseosa. Y a disfrutar. Como cuando Homero se pone un smoking y Bart le pregunta: «¿Por qué tan elegante?» Y nuestras adaptaciones de memes que dicen: «Porque juega Defensa».
Como dijimos la vez pasada, o como dijo el señor Daniel Aranda una columna atrás: lo que buscamos ya está con nosotros. Solo hay que seguir el camino. Volver a correrla de atrás, con humildad. Hacernos fuertes de local. Eso y un poco de suerte, y quién nos dice.
Si no tomamos bebidas energizantes.
Por: Federico Quinteiros